Voluntariado Misionero: Camino de regreso a casa
Pilar, recién aterrizada de Malabo, nos comparte su experiencia. Gracias por tanto amor y entrega, ahora a reposar todo lo vivido y que la misión transforme tu vida
Hoy finaliza mi aventura de misión en Malabo. ¡Parece mentira que ya hayan pasado 4 semanas! Allí todo se vive rápido e intenso.
Tener la oportunidad de vivir esta experiencia junto a mi hermana Paqui ya era un regalo. Pero yo nunca había salido de misión y confieso que me sentía inquieta.
Atrás quedaron mis miedos del primer día y mis dudas de si realmente una estancia tan corta serviría de algo.
Las mañanas las dedicábamos a colaborar en el "campamento útil" de la Parroquia de Santa Maravillas de Jesús".
Ahí estaba yo el primer día, totalmente desubicada, junto a los de Infantil, los más pequeños (de 5 a 8 años). Mi primera reacción fue... ¡¡¡Qué locura!!! No voy a ser capaz de atender a tantos niños. Sólo era capaz de oír voces que decían "señora, no tengo lápiz", "señora quiero hacer pipí", "señora este niño me molesta"...
Pero pronto esas voces generales se fueron convirtiendo con el paso de los días en niños con preciosos rostros, a los que ya identificaba por sus nombres.
Cada mañana ofrecían sus risas, alegría, espontaneidad, ingenio, inocencia. Durante las horas de campamento muchos dejaban a un lado las realidades difíciles en las que estaban inmersos y simplemente disfrutaban para ser eso, NIÑOS.
¡Consiguieron sacar de mí mi lado CREATIVO!... Tenía que ingeniármelas cada día para que la jornada transcurriera lo más amena posible. Terminaba cada día muy cansada pero tremendamente satisfecha.
Además del campamento pudimos conocer las actividades que se realizaban en la Parroquia. Una Parroquia de "puertas abiertas" en la que se celebraba misa diaria, se oficiaban numerosos Bautizos y Comuniones los fines de semana, donde por las tardes ensayaban muchos coros sus cantos o acudían fieles en búsqueda de consuelo. Una Iglesia VIVA...Donde todos eran una gran familia.
Pudimos conocer el entorno en el que se encuentra la Parroquia. Barrio humilde donde muchos intentan "sobrevivir" con pequeños comercios.
Durante esos días también conocimos la labor de otras órdenes religiosas. Acudimos al orfanato de las Hermanas Nativas de la Inmaculada Concepción; al Monasterio de las Franciscanas de Sta Beatriz de Silva; y pudimos asistir a ordenaciones en la Parroquia de S. José.
Y cómo no, también hicimos alguna escapadita para conocer algunos preciosos rincones de la isla.
Buffff cuánto vivido en tan poco tiempo.
Ahora tengo mil sensaciones y necesito tiempo para asimilarlo todo.
Lo que me llevo sin duda en la maleta es AGRADECIMIENTO.
A Dios, por no dejarme de sorprender.
Por la alegría de los más pequeños.
Por la hospitalidad de los frailes dominicos.
Por la generosidad de las familias que nos han invitado a su casa. Familias sencillas y humildes que siempre nos recibieron con la mayor dignidad.
A mi hermana por este precioso viaje compartido.
Sobre todo a Misioneros Dominicos-Selvas Amazónicas por permitirme vivir esta preciosa experiencia.
Pilar Román, voluntaria de Misioneros Dominicos - Selvas Amazónicas