Aquí estamos bien
Sagrario Rollán, nos comparte cómo la misión es encontrar lo eterno en lo cotidiano. Entre esfuerzo y gratitud, afirma: "Aquí estamos bien", viviendo con esperanza y valorando cada instante.
Van pasando los días, caen las semanas una tras otra y siento que estar de misión es igual a ir tejiendo el tiempo, o más bien dejarse entretejer en un transcurrir cotidiano que no tiene nada de especial, o quizá lo tiene todo…, porque la gente. Se trata de crear lazos, recordando la deliciosa conversación del zorro y el principito de Saint- Exupéry. Te despiertas apurada, bajas a laudes con las Martas y te das cuenta que dejaste algo pendiente, una conversación sin acabar, un paquetito de galletas que llevabas para los niños y se quedó en el fondo de la mochila, unas tizas de colores en el bolsillo del pantalón. Tienes que hablar con aquella mamá, preguntarle al vigilante si acabaron de reparar la muralla que se vino abajo con las lluvias, asomarte al enlosado donde juegan los pequeños por la tarde. Ah, y aquellos lapiceros de colores y los globos que le prometiste a cada uno.
La misión nuestra de cada día, como la papaya, tiene un color anaranjado y fresco, una textura a veces sofocante. Otras es la brisa en la terraza, los pequeños que llaman desde abajo, el bebé que ya camina tambaleante y parluchea, o los monaguillos que vienen a pedir las llaves de la sacristía.
Cuando la noche va aliviando por fin el calor y coronando las fatigas del día, “junto a ti al caer de la tarde”, son los coros que alzan sus voces y sus alabanzas envolviendo todo el patio en una sinfonía de bendiciones y anhelos que acompasan el ritmo del corazón. Entonces sientes que no podía ser de otra manera, que estás en el lugar donde , como dice el poeta, tenías que llegar, pues sabes que allí fue válida la oración. Y que fue un regalo providencial tu destino. Porque podrías estar en cualquier lugar del mundo, o instalada en el pequeño confort del que quisiste liberarte. Pero aquí y ahora el tiempo de este estar consciente de tanto, tan efímero y tan nuevo, se vuelve una especie de revelación, presente vertical e irrepetible, momento de epifanía, descubierto en lo cotidiano lo eterno.
Entonces me preguntas cómo va todo, y te respondo “aquí estamos bien” Porque esta es la respuesta y la verdad conquistada cada minuto, cada paso resbaladizo sobre las chanclas, cada aleteo de las vecinas oropéndolas, cada suspiro de estas vidas resilientes y valientes, que dicen siempre, estamos bien, de este lado del charco, en este lugar del trópico, bajo las elegantes palmeras, aquí estamos bien, porque la vida va, los trabajos y los días apuntan y apuntalan la eternidad del instante, los trabajos son muchos, los días breves y las penas largas, pero estamos bien. Vivimos y queremos seguir luchando por la vida.
Allá en mi vecindario, en la calle, en mi ciudad, cerca de mi casa, si preguntas cómo estás, te van a soltar enseguida una retahíla de quejas, de irritaciones, de incomodidades y de frustraciones, de crujidos de huesos cansados y de gestos rotos, del tipo no hay derecho…
Y sin embargo no creo que estemos tan mal, pero no aceptamos ni aprendemos a sufrir con serenidad y con esperanza. La sociedad líquida se vuelve fango, y la sociedad cansada va deteriorando el gesto en una mueca irreversible de agotamiento, de astenia, de grisura, contra la que se eleva desde aquí un grito de lucha, de color, de apuesta por la vida, cuyo reflejo allá nos llega en restos de mantas rojas y pateras desvencijadas que nos negamos a mirar. O solo admitimos cómo emocionante serie de una plataforma televisiva que nos rescate el domingo por la tarde del aburrimiento insoportable del sofá. Emociones inútiles y pasajeras, porque al fin y al cabo, aquí estamos bien aunque tú no tengas tantas ganas de soñar ni coraje de vivir una vida buena.
Tal vez la misión era esto, querer aprender a valorar tanto como tengo y recibo. Allá bienes inmerecidos, acá conciencia y agradecimiento.
Sagrario Rollán - Voluntaria misionera en Malabo