Aprende a estar y estar para aprender
Teresa nos escribe desde la misión de Sihanoukville en Camboya, donde lleva desde el pasado enero compartiendo misión con una comunidad de las Misioneras de Santo Domingo.
Estos últimos 3 meses aproximadamente han sido tiempo de parar, de observar y aprender, de estar, de improvisar, de esperar y de mucha incertidumbre. La paradoja de estar en salida, pero sin apenas salir y estar al otro lado del mundo, pero con las mismas preocupaciones.
En Camboya, el coronavirus ha pasado muy desapercibido, pocos casos, la mayoría de extranjeros y ninguna muerte. Sin embargo, las medidas del gobierno afectan enormemente a la población camboyana: las escuelas permanecerán cerradas hasta 2021, las altas exigencias en las fronteras han provocado la caída en la exportación y el cierre de muchos hoteles, que derivan en gente sin trabajo y el aumento de pobreza.
El cierre de las escuelas cambió el día a día en la misión y supuso un poco de pérdida de contacto con las familias. Se han organizado algunos repartos de alimentos en los poblados para las familias más pobres afectadas por las medidas tomadas con el covid. Esto me hizo ver la cantidad de gente que vive del día a día, sin saber que va a tener mañana y en momentos de escasez son muchos los afectados.
Aparte de estos repartos mensuales, mi día a día ha consistido en ayudar en preparar y plantar un huerto y alguna que otra reparación, jugar con los niños que viven dentro de los territorios parroquiales, limpiar y decorar la iglesia (ya que aquí nunca se pararon las misas simplemente se hacían de forma reducida y siguiendo las medidas de distancia y sanitarias), entre otras. En ocasiones, he de admitir que sentía cierta impotencia por el hecho de no poder realizar las tareas que se supone debía hacer en este voluntariado y surgieron dudas de si la decisión de quedarme había sido la correcta, pasando estos momentos duros tan lejos de casa. Aún así, he de reconocer que ha sido provechoso.
En este tiempo, he podido descubrir auténticos maestros tanto mayores como pequeños que pueden pasar desapercibidos por no llamar demasiado la atención. Los primeros, los descubrí durante la construcción del huerto, en los trabajadores y una voluntaria filipina que claramente tenían sus formas de hacer, gente sencilla y con pocos estudios, pero con esa sabiduría que viene de la experiencia. Cada día aprendía algo nuevo, aunque no es algo de extrañar, con los pocos conocimientos de agricultura que tenía. Los segundos, los descubrí en los niños, con los que poco a poco iba aumentando la confianza; mediante los juegos ellos me enseñaban palabras en khmer y yo de inglés.
Estar puede parecer poco, pero crea cosas en común, pequeños puentes que a veces marcan pequeñas diferencias. Me quedo con una situación que pasó hace unas semanas. Los niños nunca suelen ir a misa y ese domingo, cuando iba a empezar me llamaron desde la puerta para que fuera a jugar con ellos a ping-pong. Les dije con gestos que después y ellos decidieron entrar, sentarse a mi lado y quedarse a escuchar, hasta que se cansaron después de la comunión. Cuando ya acabó y estaba cerrando la iglesia, vino uno de ellos llorando y contándome lo que parecía ser un problemón, aunque yo no entendía nada de lo que decía, así que decidí quedarme con él hasta que se le pasara y llevarlo a su casa. Al día siguiente, me enteré que lo que le pasaba era que no encontraba a su abuela y resulta
que estaba en su casa, o sea que sin saberlo solucioné su problema. Pequeños granitos de arena que dan valor a las acciones cotidianas y mi presencia aquí.
Mirando atrás, creo que la decisión de quedarme sí fue la correcta. Al principio, uno de los momentos más especiales fue celebrar la semana santa con la comunidad de aquí y haciéndome partícipe de todos sus actos, aunque con un ojo puesto en casa, me hizo vivir esa Pasión y Resurrección de una manera diferente. A veces los planes de Dios se hacen incomprensibles a nuestros ojos, pero Él sabe más. No sabemos sabe muy bien cómo avanzará la situación, pero sí que siento que de todo sale algo bueno, incluido de esta pandemia, con ganas de afrontar lo que venga, ojalá con nuevas aventuras y proyectos, si Dios quiere.